Mi Justicia


Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El – II Corintios 5:21

Jesús en la cruz se hizo pecado, este fue un intercambio real, tomó nuestro pecado e injusticia y nos dio su naturaleza sin pecado y su justicia. Es como quitarte los harapos que tienes, y que alguien de amor te vista de sus ropas reales; y aun esto es externo todavía. Su sangre preciosa nos limpió de estar llenos de pecados rojos como el carmesí, nos dejó como blanca lana o nieve. Esto viene desde el interior del hombre, operó en nosotros, extirpando o circuncidando el espíritu muerto (separado de Dios) que llevábamos, y el corazón de piedra y nos dio un nuevo espíritu y un nuevo corazón. Somos espíritu por excelencia, que tenemos alma y vivimos en un cuerpo.
Con un nuevo espíritu y corazón nuevo, somos como Jesús, quien tomó nuestros pecados y nos dio Su Justicia; y esto lo hizo pagando con su sangre preciosa la deuda que la traición del hombre provocó: estar separados de Dios, hijos de otro dios, hijos de ira, compartiendo la naturaleza satánica, sin gracia, sin fe, sin herencia, malditos, condenados, culpables, enfermos, dolientes, pobres y muertos para siempre. Ahí en esa condición como dice Efesios: estando muertos en delitos y pecados, nos DIO VIDA. Así es la justicia de Dios es vida en abundancia. El que tiene al HIJO tiene la VIDA por lo tanto, lo tiene todo.
Se dan cuenta que en una sala de justicia está el juez para promulgar: libertad o cárcel, vida o muerte. El reo pagará su traición a la ley. Y Jesús pagó por la traición de Adán y Eva a la vida, a la eternidad y a la inmortalidad. Sólo la sangre de Jesús, la vida de Jesús, podía proveernos justicia, la cual nos volvió sin retroceso, en Jesús, a la vida y a la justicia. En la cruz Jesús nos lavó, y nos dio vida, en Su resurrección nos levantó, nos resucitó a vida eterna; nos dio un único camino y éste lleva al Padre, y nos dio un lugar juntamente con El a la diestra del Padre. Todo esto lo hizo la justicia del justo.
Todo el capítulo 2 de Efesios nos muestra la justicia con que Jesús nos justificó. Qué glorioso Justo, nos hizo justos también.
En Tito 3:7 dice: “para que justificados por Su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” La sangre del Justo que nos limpió del pecado, libró del temor y de la condena eterna; fue también el precio que se pagó por nuestra salvación, rescate, redención, libertad. El precio no fue oro, ni plata, ni dólares, ni bienes, es la sangre preciosa sin pecado, ni contaminación del Justo cuyo nombre es JESUS el Hijo de Dios.
Jesús es mi justicia, es tu justicia, y de quien no lo es aún puede serlo hoy mismo. La religión no justifica, ni salva a nadie por bonita que parezca, por bien estructurada que éste, por templos bonitos costosos que tenga; es sólo la sangre de Jesús que nos justifica.
El justo vive por la fe, y la fe viene por el oír la Palabra de Dios. El justo se sostiene por la fe, se mantiene por la fe.
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Dios y Padre gracias por hacernos justos por la sangre de Jesús, gracias por haber sido hechos libres de toda condenación y maldición; gracias en el Nombre de Jesús.

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