Jesús el sanador - parte 2

    Quien llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados – I Pedro 2:24
¡Qué maravilloso Jesús! ¡El Sanador en casa está! ¡La medicina de Dios en casa está!
La sangre preciosa de Jesús fue el alto precio que pagó toda deuda que el hombre tenía ante el Padre, debido a la traición del hombre. Dios dio al hombre toda potestad, autoridad, señorío en la tierra y todo lo creado; y éste entregó todo a Satanás en plena traición, tuvo que sujetarse a su nuevo dios y amo y empezó su vida de pobreza, enfermedad, dolor y muerte llena de pecado y maldición. Entregó a un ajeno lo que no le correspondía y esto generó la deuda por el pecado, y legalmente el Juez justo tenía que cobrar al hombre, pero éste no podía pagarla, no había forma. Y allí que Dios promete un redentor, uno que pagaría el precio por el abuso legal cometido por el hombre hacia Dios; y fue el precio de la sangre preciosa de Jesús mejor que billones de dólares que pagó la deuda, cuando Jesús dijo: “consumado está” “cancelado está” fue el grito de gloria y victoria al anular el documento legal que Satanás tenía “el ACTA DE DECRETOS CONTRA NOSOTROS, y con la resurrección de Jesús nos es entregado el documento legal llamado “NUEVO PACTO” teñido de rojo debido a la sangre, porque sin sangre no se hace remisión de pecados, y firmado por Jesucristo Rey; Nombre sobre todo nombre. Diremos como Jesús dijo “Escrito está” para siempre, amén. Esa sangre preciosa una vez que Jesús resucitó la llevó y la derramó en el propiciatorio del cielo mismo, donde hay suficiente propiciación (perdón) para toda la humanidad.
Jesús se hizo pobre dejó Su trono de gloria, se hizo hombre a la semejanza nuestra, pero sin pecado; y al ser nuestro sustituto en la cruz: en el pecado, en la muerte por, y fue por esto hasta el Hades; fuimos santificados, nos hizo partícipes de la naturaleza divina; en la enfermedad y la dolencia, entonces fuimos curados; al hacerse pobre, fuimos enriquecidos, resucitados con El, y sentados en los lugares celestiales con El. Todo lo que el diablo ganó por un tiempo, Jesús lo rescató por la eternidad para el hombre, que ama y por quien se entregó hasta la muerte y muerte de cruz.
No podemos despreciar o menospreciar un amor y una salvación tan grande, no podemos desperdiciar la sanidad que nos fue entregada y nos curó, no podemos pisotear tanta riqueza que nos fue entregada en Cristo, y el poder para hacerla. No podemos jamás crucificar nuevamente al Hijo de Dios y exponerlo a vituperio. No, no lo haremos. Aunque la enfermedad y la dolencia toque sus cuerpos o finalmente inunde sus cuerpos, despójense de todo esto como si fuese una vestidura inmunda que no deben llevarla, y salgan limpios porque “por Su llaga FUIMOS nosotros CURADOS”.
Gocemos de la gracia, del amor, de la fe, del perdón, de la libertad, de la sanidad, de la prosperidad financiera, completamente. Algunos de nuestros amigos expresan, como pecadores fuimos lo máximo, pecamos hasta más no poder; ahora como santos lo somos hasta lo sumo, jamás volveríamos a caer en la trampa del enemigo. Nos fortalecemos en el Señor y en el poder de Su fuerza.
Dios y Padre gracias por toda persona que está leyendo hoy este devocional, y por lo que unidos a nosotros hoy orarán por sus amados, decretamos ahora mismo que toda enfermedad de cualquier índole, o dolencia perversa se va, huye de ellos porque por la llaga de Jesús fueron curados, y declaramos su salud y bienestar; oro porque sean creyentes y no incrédulos ahora mismo; ¡gracias en el Nombre de Jesús, amén!.

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