Yo estoy bien, tú estás bien

  De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan – I Corintios 12:26
Gracias a Dios nuestro Padre, la Palabra dice que El es rico en misericordia, Jesús miraba a las multitudes con compasión, pero miraba al hombre individualmente con compasión y amor, y siempre hizo algo por ellos. A una mujer samaritana, le enseñó sobre el agua viva, sobre Quien es el don de Dios, y dónde se debe adorar, ni en el monte que decían los judíos, ni en el que decían los samaritanos, porque a Dios se le adora en espíritu y en verdad. La convirtió en una evangelizadora, rompió la pared que dividía a judíos y samaritanos. Dio a la mujer el lugar real que Dios siempre quiso para ella.
En el pórtico especialmente fue allí, para dar libertad a un hombre prisionero de su imposibilidad, y su religión y liturgia durante 38 años, él quería su libertad, pero conforme la tradición, Jesús ni escuchó todo lo que dijo, sólo dio la orden, “Toma tu lecho y anda” y este anduvo. Fue el amor y compasión de Jesús. Jesús andaba bien, y quería que todos anden bien.
Vemos a la mujer adúltera, el trato de Jesús con ella, confrontó a los escribas y fariseos que la habían traído, los retó con una expresión: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” trajo abajo sus leyes religiosas, sus tradiciones, de apedrear al que era encontrado en este acto, interpuso el perdón, y a ellos los confrontó con su propio pecado.
Estuvo consciente que la multitud tenía hambre – proveyó pan y pescado; se dispuso a ver derecha a una mujer encorvada encerrada en esta situación durante 18 años – la hizo libre y se enderezó; no estuvo feliz al ver a un hombre con la mano seca – le dijo extiende tu mano y le fue restaurada cuando éste extendió la que estaba seca; ni una fiebre pasó por alto – la fiebre tuvo que dejar a la suegra de Pedro, no podía estar allí junto con Jesús.
Jesús siempre estuvo bien, no podía ver a nadie que esté mal, por eso lloró sobre Jerusalén por su incredulidad. No dejó sola a una viuda que iba a enterrar a su hijo, lo resucitó, tal como levantó de la tumba a su amigo Lázaro. Deshizo toda obra del diablo, lo inutilizó dejando libre a la gente de toda opresión demoníaca, tal era su compasión por el hombre al verlo atado y oprimido por el enemigo, que dio autoridad a sus discípulos para hacer lo que El hacía, y nos la ha dado a nosotros para seguir haciendo el bien, para lo cual fuimos creados.
Y si Jesús nos dio el ejemplo máximo, nosotros debemos hacer lo mismo. Por eso “Si tú estás bien, yo estoy bien” Somos miembros en particular de un mismo Cuerpo – el Cuerpo de Cristo Jesús. Somos miembros de Su Iglesia, la cual es Su Cuerpo; El es la cabeza, nosotros el cuerpo. La cabeza está muy bien, pues el cuerpo debe estar muy bien.

Dios y Padre gracias por enseñarnos todo el bien y para qué fuimos creados, para buenas obras, las cuales Tú Padre preparaste con mucha anticipación, conocemos el bien, hagamos el bien, tenemos el poder del Espíritu Santo, Quien nos guía a toda toda verdad y la verdad sólo nos lleva al bien; gracias en el Nombre de Jesús.

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